Es una mujer joven y hermosa con un pasado oscuro. Siendo muy joven, se enamoró obsesivamente de su propio hermano, un joven dotado de una belleza excepcional. Su amor enfermizo llevó al joven al desespero y tratando de huirle a sus sentimientos se quitó la vida. Para limpiar su alma, Suplicio ingresa a la vida religiosa, convirtiéndose en monja. Al pasar su dolor por el trágico suceso, Suplicio dejó aflorar su verdadera personalidad: mezquina, libidinosa, llena de ambición.
Ahora que había perdido al amor de su vida procuraría llegar lo más alto posible en la jerarquía del convento, cumpliendo estrictamente sus deberes religiosos. Es obsesiva con el aseo y el orden que los considera cualidades divinas. Rigurosa con su presentación personal, usa el hábito con extremo cuidado y lleva siempre en su rostro una delicada palidez que debe
demostrar la supuesta humildad de su alma.